Masaccio: Adán y Eva expulsados del Paraíso.

miércoles, 13 de febrero de 2013

LA NARANJA





20 minutos antes
había que ir haciendo cola
para pillar
sitio.

Los horarios eran lo peor:
desayuno a las 9
comida a las 13
cena a las 20.

Había mucho que meditar
por las noches
y siempre me perdía
el desayuno.

En la cola:
los pobres
los desheredados
hombres y mujeres
españoles y extranjeros
pelo grasiento
olor agrio
pesadas mochilas
gruesos chaquetones
tabaco de liar
malas dentaduras
ninguna chica guapa
quizás algún genio.
Algunos te sonaban
de verlos pidiendo
o hablando solos
en la calle.

Los requisitos eran pocos:
D.N.I.
No tener trabajo
ni recursos.
Las reglas:
no se admite comida
ni bebida
ni fumar
ni drogas
ni comportamientos que inciten
a la violencia.

60 céntimos
por las tres comidas
del día.

Comimos coliflor
que no sabía a nada,
filete
lleno de nervios,
ensalada
de lechuga
y una naranja
ácida
todo servido por monjas
marchitas
pero sonrientes.

Y con el estómago lleno
la calle parecía otra:
la primavera se intuía
en el horizonte.
Las niñas del instituto
eran como rayos de sol.
La gente sonreía
dentro de los autobuses.
La esperanza te guiñaba un ojo
desde el asfalto.
La ciudad
en do mayor.

Di 1 euro a un mendigo
no fuera a quedarse
sin sentir
todo aquello.

Al rato noté
un deseo irrefrenable
un aullido en mi interior
algo luchando por salir
algo más grande
que yo
y que tu
y que todo.

Corrí hacia mi zulo
a tiempo para sentarme
en la taza
y dejar que todo aquello
fluyera.

Creo que fue
la naranja.

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