Masaccio: Adán y Eva expulsados del Paraíso.

lunes, 31 de mayo de 2010

MANTEQUILLA AGRIA SOBRE PAN DURO


Tosí repetidamente a causa del humo. Las imágenes se sucedían ante mí, exactamente como había oído decir.
La cena de navidad había sido agradable, siempre resulta agradable ver a la familia, todos juntos de nuevo. Madre mía, como pasa el tiempo, otro año más. Es cierto eso que dicen de que cuanto más mayor te haces más rápido pasa el tiempo. Cuando era joven un año suponía todo un mundo, incluso un verano era un mundo, tres meses sin clases, conociendo gente y lugares. Recuerdo un verano en que mis padres me llevaron a la playa, era la primera vez que veía el mar, me quedé estupefacto, esa enorme cantidad de agua, hasta donde alcanzaba la vista. Había estado en grandes piscinas (una vez casi me ahogué en una), pero esto superaba cualquier cosa que hubiese podido imaginar. Y cómo brillaba, recuerdo que al principio me quedé sentado en la arena, hipnotizado, asustado por lo imponente de aquello, mirando el brillo caprichoso que formaba el reflejo del sol a lo lejos, las embarcaciones lejanas, diminutas a la vista, como si fuesen de juguete. Aquello era demasiado inmenso, demasiado vasto para un niño como yo, estaba convencido de que si me adentraba allí la corriente me arrastraría hasta el infinito separándome para siempre de mis padres, o quizás algún monstruo marino me engulliría sin que nadie se diese cuenta.
Mi madre me animaba a meterme en el agua con ella, decía que no había peligro, la veía a ella zambulléndose, veía a más gente a su alrededor, jugando con balones gigantes, entrando en el agua y volviendo a salir sanos y salvos, pero yo no me fiaba, esa inmensidad seguro que guardaba terribles criaturas dispuestas a cogerme. Pensaba en un cromo que tenía, era de una colección de cromos sobre monstruos que me encantaba, se pegaba la parte superior del cromo en el álbum y, al levantar este, debajo venía la historia. Esa criatura en concreto se llamaba Kelpie y según su historia habitaba en las aguas y capturaba a los niños despistados, los arrastraba hasta el fondo y allí los devoraba. El cromo era impactante, se veía a la criatura emergiendo de las aguas con sus ojos rojos y su boca babeante llena de dientes afilados, estiraba sus delgados y horribles brazos hacia unos pies de niño (lo sabía por sus zapatillas deportivas) que estaban girados ajenos a todo eso. El Kelpie sin duda habitaba esas aguas, estaba por ahí, esperándome, no importaba que toda esa gente se bañara despreocupada, yo no me fiaba, el estaba esperándome a mí. Así que me quedé ahí sentado en la arena, enredando con mi cubo, mi pala y mi rastrillo, juntando la arena, haciendo castillos, túneles, toda una obra de ingeniería efímera.
Tardé un par de días en atreverme a meterme por completo en el agua, lo hice poco a poco, sujetándome a los brazos de mi madre por si venía el Kelpie a cogerme, ese agua no era como el de las piscinas, era agua salada, una novedad para mí, te dejaba el pelo y el cuerpo cubiertos de una especie de arenilla que escocía un montón, además ese agua se movía caprichosamente, te zarandeaba, no estaba quieta como la de las piscinas, el fondo también era muy diferente, no era un sólido y uniforme bloque, era arena caprichosa en la que te hundías, todo ello daba una sensación de absoluta inestabilidad que no me gustaba. Una vez superado el impacto inicial empecé a acostumbrarme a todas estas novedades y le fui cogiendo el gustillo, no se veía al Kelpie por ninguna parte, empecé a nadar y bucear sin preocuparme ya de estar cerca de mamá.
Otra cosa que me gustaba mucho era luchar contra las olas, sentarme a la orilla donde rompían y dejar que me arrastrasen, me hacía mucha gracia, las veía venir a por mí, entonces apretaba los ojos y me agarraba al fondo y ellas chocaban contra mí, embistiéndome, luego venía el caos, me arrastraban, me giraban, me zarandeaban como a un muñeco de trapo, yo tragaba agua, con su horrible sabor a sal, era un instante muy emocionante, me levantaba riendo, con el pelo alborotado, y me volvía a sentar esperando una nueva embestida, era fabuloso.
Sin duda la revolución vino cuando convencí a papá para que me comprase unas enormes gafas de bucear, se me pegaban al rostro como una ventosa, cuando me sumergí con ellas un nuevo mundo apareció ante mis ojos, veía con claridad la arena del fondo, las algas, pececillos plateados, las piernas de la gente, ahí abajo todo parecía más tranquilo, los movimientos eran más lentos, el sonido más suave, era fabuloso, y lo mejor de todo, ni rastro del Kelpie. Me pasaba horas sumergido observando todo aquello, intentaba cazar peces con una bolsa de plástico, encontraba conchas de colores, piedras, una vez encontré una moneda de otro país.
Aquel viaje duró sólo una semana pero a mí me parecieron meses, todo el día sumergido, explorando, las tardes con mis padres de paseo por la costa, mirando puestos, artistas ambulantes, comiendo helados... Es increíble, acude a mi mente como si estuviera allí de nuevo, puedo sentir el aire fresco del mar llenándome los pulmones.
Ahora me arrepiento de no haber ido más al mar, me arrepiento de haber perdido esa inocencia.
Vuelvo a toser por culpa del humo, empiezo a notar un gran calor en la cara.
Sin duda aquello era la felicidad, ahora al verlo de nuevo tan claro lo sé.
Mis padres han muerto hace mucho y los recuerdo con cariño, me pregunto si los veré de nuevo. Los misterios están a punto de resolverse.
Mi mente viaja de nuevo, a la última cena de navidad. Ahora el tiempo pasa veloz, ya no es como en la infancia, ya no me queda nada por hacer. Me asombro de lo grande que está mi nieta, es ya toda una mujercita, con su extravagante indumentaria, todo de negro, con sus anillos, sus pulseras de pinchos, sus ojos pintados, la pequeña Vanessa, parece que fue ayer cuando me la enseñaron recién nacida, tan pequeña y rosada. Ahora esta ahí discutiendo con su madre, está tan mayor, y está tan guapa, la típica chica que me volvería loco en mis años de juventud. Según he oído está hecha una rebelde, supongo que es la edad, todos hemos sido rebeldes a su edad, creyendo saberlo todo, que equivocada está, ya se dará cuenta, todos acabamos dándonos cuenta, casi siempre por las malas, pero así es el viaje.
Cenamos abundantemente, sopa de marisco, gambas, platos rebosantes de jamón, quesos, un exquisito redondo relleno, vino... Como hasta que no puedo más, hay que reconocer que mi hija es una gran cocinera, hacía exactamente un año que no comía tan bien, este festival de sabores, tan distintos de la repetitiva e insípida comida del asilo. Recuerdo cada momento con ellos.
Reparten los regalos, los niños alucinan con sus videojuegos, a mi me han regalado un jersey de color verde y una boina nueva. Hay algún momento de tensión entre ellos, discuten por tonterías, yo disfruto de cada momento con mi familia, aunque discutan, se les echa de menos las frías y solitarias noches allí, en la residencia, todo se aprecia mucho más cuando no es lo típico, cuando se sale de esta rueda de monotonía en la que se convierte la vejez. Veo muy poco a mi familia e intento atesorar cada momento que paso con ellos.
No puedo reprocharles que me metieran en ese sitio, yo ya soy un viejo, necesito atenciones que no pueden prestarme, la situación económica es precaria, ha subido todo tanto de precio, tienen que hacer malabarismos para llevar su vida familiar de una forma normal, no necesitan estar cuidando de mí.
Recuerdo que cuando era joven conseguí criar a mis dos hijos solo con mi trabajo, compré una casa y mi amada Belén se encargaba de la casa y los niños, no vivíamos mal, nunca nos faltó de nada, ahora tienen que trabajar todos y ni siquiera han podido comprarse una casa propia, yo no puedo ayudarles con mi ridícula pensión, así que, por lo menos estando allí no les doy más trabajo, lo malo es que la residencia es tan deprimente, es la antesala de la muerte.
Estoy muy cansado, he bebido mucho vino y me encuentro agotado, me retiro a dormir y los dejo charlando airadamente sobre política, Vanessa se va, ha quedado con sus amigas, espero que se cuide, el mundo está lleno de locos.
Tras ese pequeño paréntesis de las fiestas nos toca a todos volver a la realidad, me despido de todos, mi hija llora y promete que intentará ir a verme más, se que miente pero no se lo digo, bastante tiene ya, Vanessa me da un beso "hasta luego abuelo, cuídate" está preciosa esta niña, aún con ese maquillaje de muerto que se pone. Mi cuñado me acompaña hasta la estación y allí cojo mi autobús.
Bueno, se acabaron mis pequeñas vacaciones, un año más, un año menos. Me siento débil, con lo que yo he sido, hubo un tiempo que era capaz de levantar 250 kilos en el press de banca, ahora casi no puedo levantar mi cuerpo para ir de un sitio a otro.
Si, yo fui un culturista famoso, nuevamente lo veo como si fuese ayer, es fantástico, ahí estoy yo, con mis compañeros del gimnasio, noto la tensión por el esfuerzo, la congestión muscular era mi droga, me sentía estupendamente notando mis músculos a punto de estallar, percibo nuevamente el sudor resbalando por mi cuerpo hinchado. Qué gran sensación, casi la había olvidado. Tenía contratos con empresas de suplementos y publicaciones del sector, en mis años buenos ocupaba la portada de Musclemag un mes si y otro también.
Empecé con ello a los 17 años, yo era un chico muy delgado y tímido, no era el chico del que todos se burlaban, pero tampoco era popular. Era deportista, me encantaban el fútbol y el baloncesto, mi historia es la misma de tantos otros. Había una chica en mi clase, Laura, me tenía fascinado, me pasaba las clases mirándola hipnotizado, cada vez que se apartaba de la cara su largo pelo negro o mordisqueaba el lápiz yo me elevaba en mi pupitre suspirando. Nunca me atreví a decirle lo que sentía, lo ensayé mil veces ante el espejo, pero nunca me atreví a ponerlo en practica, supongo que me aterraba el fracaso, hasta que pasó lo que tenía que pasar. Un día al salir de clase la vi agarrada del brazo de otro chico, mi pulso comenzó a acelerarse, se me anudó el estómago y me quedé paralizado, ellos no repararon en mí, yo estaba inerte, observando la escena de lejos, hablaban y reían, me preguntaba que estarían diciéndose, me moría por saberlo, entonces el chico se inclinó hacia ella y comenzó a besarla, esa imagen se clavó en mi corazón como un certero disparo, estuvieron así unos segundos, luego se sonrieron, se dijeron algo y se alejaron cogidos de la mano, yo me quedé allí petrificado, nunca había sentido algo así, era una mezcla intensísima de miedo, decepción y profunda tristeza, giré un par de veces sobre mí mismo, no sabía qué hacer ni a donde ir, las lágrimas asomaban a mis mejillas.
Dios, casi lo había olvidado, pero ahora nuevamente lo siento, vuelvo a sentir ese vacío en mi interior, vuelvo a verlos cogidos de la mano alejándose, dejándome aquí, en medio de las llamas.
Toso nuevamente, las llamas se acercan, las lágrimas asoman.
Recuerdo que cuando reuní las fuerzas para irme a casa no podía levantar la vista del suelo, la imagen de Laura con aquel chico me bombardeaba y pesaba mucho más que la mochila cargada de libros sobre mi hombro. Cuando llegué a casa dejé las cosas tiradas en la habitación y me encerré a llorar en el baño, estaba tan triste... Mi primera gran decepción, podría parecer algo trivial ahora pero fue el primer golpe serio que me propinó la vida. Me levanté empapado en lágrimas y me miré en el espejo, mi cuerpo delgaducho, mi acné, sentí repugnancia hacia mí mismo e incluso sopese la idea del suicidio, no me quitaba la imagen de aquel chico, ¿por qué el? ¿Por qué el? No me costó adivinarlo mientras me miraba, el era un chico mayor, fuerte, apuesto, rubio... Ese día no me suicidé, pero algo murió dentro de mí, por suerte también nació algo, algo que acabaría siendo muy importante.
Poco después me apunté a un gimnasio, a mis padres les entusiasmó la idea y pagaron gustosos la cuota mensual, yo tenía claro el objetivo, se acabó el tirillas, se acabó.
Estaba asustado cuando entré allí por primera vez, veía chicos enormes, inflados como globos, manejando inmensas mancuernas y poleas, sudando y gimiendo, a punto estuve de salir corriendo de allí pero la despampanante chica de recepción me abordó dándome la bienvenida, acto seguido me condujo al interior y me presento a un gigante.
-Sergey, este chico es nuevo, enséñale todo esto.
Me miró de arriba a abajo, era consciente de que había mucho por hacer, me estrechó su enorme mano sin sonreír, intimidaba mucho, era enorme, con el pelo moreno corto, miraras donde miraras veías venas y masa, me impresionó enormemente, yo tenía que conseguir ser así.
-Fien chico, famos a calentarr un poco en la bisi- Gruñó con su marcado acento del este.
-Quinse minutos, esta tecla controla la intensitat, si te cuesta bajala, famos, empiesa, luego fengo porr ti.
Empecé a pedalear, al cabo de unos minutos ya estaba empapado en sudor, Sergey regresó pasados los quince minutos y lo que se encontró fue un saco de huesos mojado y jadeante.
-Jajajaja, muy fien, famos a máquina de pecho.
Hicimos un circuito de máquinas, cada una para un grupo muscular, pecho, espalda, hombros, bíceps, tríceps y pierna, Sergey me explicaba el funcionamiento, elegía un peso ridículo y vigilaba mi ejecución, aquello era una autentica tortura, sentía mi cuerpo a punto de reventar, quería largarme de allí pero no me atrevía a contrariar a Sergey.
-Famos, un poco más. Famos, un poco más.
Al terminar estaba agotado, no podía ni levantar los brazos para secarme el sudor, solo pensaba en largarme y no volver. Por fin la tortura acabó.
-Muy fien chico, ahorra ducha y mañana más.
Estreché su mano y bajé a los vestuarios, en los vestuarios había más gente, me avergoncé de mi cuerpo al desnudarme frente al resto de colosos y me metí apresuradamente en la ducha, sorprendentemente cuando el agua empezó a caer sobre mi pequeño cuerpo me sentí estupendamente, una gran sensación de paz y bienestar me invadió, estaba orgulloso de mi mismo y por primera vez pensé en volver al día siguiente.
Al llegar a casa comí como un animal, mi madre estaba sorprendida de mi voracidad, aquella noche dormí como un angelito.
Al día siguiente no volví, estaba plagado de agujetas, cada ligero movimiento suponía un enorme esfuerzo, no obstante, volví al día siguiente, allí seguía Sergey.
-¿Qué pasó ayerr?
-Tenía agujetas, no podía moverme.
-Ah, fien, trabajo fien hecho, famos a correr en bisi.
Los días fueron pasando, cada vez me costaba menos, al cabo de dos meses empecé a notar grandes avances, estaba entusiasmado, engordé rápidamente y mi motivación estaba por las nubes, empecé a comprarme revistas de culturismo que devoraba, mi preferida era Musclemag, la leía de cabo a rabo hipnotizado por las fotos de gente como Lee Priest o Fouad Abiad que se convirtieron en mis ídolos, quería entrenar más, me sentía con fuerzas, pero Sergey no me dejaba.
-Descanso imporrtante, no tienes que sobreentrenarr.
Según pasaban los meses mi cambio se hacía evidente para mi familia y amigos y eso me motivaba aún más. Tres años después todo era distinto del día en que entré asustado por primera vez, había engordado nada menos que 35 kilos y tenía unos músculos definidos y proporcionados, estaba obsesionado, me encantaba estar allí, conversaba con los compañeros y comentaba con Sergey las publicaciones y vídeos culturistas.
Me presenté a mi primer concurso regional y lo gané. Lo que empezó como un impulso rabioso al rechazo de Laura se convirtió en mi vocación y, por supuesto, las chicas llegaron. Yo era un adolescente que ansiaba que llegara el verano para lucirme en la piscina, notaba las miradas y me sentía orgulloso, no me resultaba nada difícil engatusar a las chicas de clase con mi imponente físico, fueron buenos tiempos.
Empecé a presentarme a concursos nacionales pero nunca superaba el cuarto o quinto puesto, necesitaba más masa pero no sabía como conseguirla, los rápidos avances del principio se habían moderado, ahora cada centímetro de más exigía un titánico esfuerzo, fue entonces cuando Paco, un compañero del gimnasio me habló de los esteroides, según el había empezado a tomarlos hacía unos meses y estaba consiguiendo grandes avances, yo tomaba algún suplemento, batidos proteicos, creatína etc, pero aquello eran palabras mayores, cuando volví a quedar quinto en un concurso decidí probar.
Paco conseguía las sustancias de un compañero que nunca me quiso presentar, empecé a tomar hormona de crecimiento y demás sustancias y, como si volviera a los principios, los rápidos avances regresaron, gané varios concursos nacionales y empecé a presentarme a los internacionales, empezaron a llegar patrocinadores, firmé varios contratos con empresas de suplementación y de ropa deportiva, las revistas empezaron a entrevistarme y fotografiarme, me preguntaban por mis métodos y rutinas, yo nunca mencionaba los esteroides.
Con 27 años gané mi primera competición internacional y me dieron el carnet de profesional, luego siguieron más victorias, ahora era un verdadero culturista, daba seminarios y vivía de esto, los reconocimientos se sucedieron, la gente me reconocía, acudía a convenciones, veía mi cuerpo en los kioscos, estaba en la cima, también consumía cada vez más sustancia prohibidas.
Intento levantarme pero no puedo, el humo ya me impide ver nada, estoy mareado, toso, el calor es cada vez más intenso.
Estaba en Las Vegas, era el certamen más importante de la temporada, si lo ganaba sería el culturista más famoso del mundo, tenía posibilidades, estaba convencido, no sería fácil, estábamos los mejores del mundo, todo nuestro esfuerzo a lo largo del año era para este día, de aquí saldría el rey, uno de nosotros ocuparía todas las portadas de las revistas, uno de nosotros se llevaría todo el reconocimiento de la industria, por no hablar del bonito trofeo y el jugosísimo cheque. Aaron Tyler era el hombre a batir, llevaba ganando tres años seguidos, todos le admirábamos, pero la industria estaba cambiando, los grandes mastodontes habían alejado al gran público del culturismo, todos esos enormes paquidermos que apenas podían moverse provocaban más repugnancia que admiración en el público en general y se rumoreaba que los jueces buscaban dar un giro premiando más la estética y la proporción que la pura masa para atraer de nuevo al gran público a este deporte, se quería volver a los años dorados, la época de Labrada o Schwarzenegger, estaba claro que el culturismo se había desmadrado, en un panorama de cambio el gigante de Tyler no tenía nada que hacer, en cambio yo podía ser el relevo, el nuevo patrón, el modelo a seguir, era un rumor que corría de boca en boca por todo el recinto.
No estaba nervioso, había trabajado duramente, estaba en mi mejor forma, si los rumores eran ciertos yo sería el nuevo campeón, lo sabía, Sergey, mi fiel amigo, no paraba de repetírmelo, la hora de mi reinado estaba cerca. Calenté un poco para aliviar la tensión, press por encima de la cabeza y unos fondos, me examiné en el espejo y respiré profundamente, la suerte estaba echada.
Me senté y Victor, mi mánager y asistente, comenzó a aplicarme el aceite, en ese instante empecé a sentirme mal, me mareaba, estaba a punto de vomitar.
-¿Te ocurre algo?
-Nada, un ligero mareo.
Respiré profundamente, me faltaba el aire, me encontraba cansado, me vino una arcada y me coloqué la mano en la boca, tosí y pude ver que en mi mano había sangre y espuma, me levanté sorprendido, derramando el aceite que Victor me estaba aplicando, comencé a caminar confundido, no sabía qué pasaba.
-¡¡¿¿Qué te pasa, qué te pasa??!!
-Nada, nada.....estoy.....bien........
Di un par de pasos y me derrumbé. Ahora, al igual que entonces, noto el sabor metálico de la sangre en mi boca.
Me desperté en un hospital, estaba postrado en la cama con tubos saliendo de mi cuerpo, tenía una mascarilla en mi boca, estaba confuso, intenté incorporarme pero no pude, estaba atado a la cama.
-¡Ha despertado!
Un tipo con bata blanca se acercó a mí y me quitó la mascarilla.
-Buenos días, has estado inconsciente, estás en el hospital, has sufrido un fallo cardíaco por congestión, hemos tenido que realizarte un triple bypass, casi no lo cuentas, pero ahora estás bien.
Nunca olvidaré esas palabras, estaba drogado y débil, completamente desorientado, pero sabía exactamente lo que significaban, pude interpretarlas a la perfección, todo había acabado.
Recibí multitud de visitas el tiempo que estuve allí, todos mis compañeros, mis padres, incluso el gran Aaron Tyler vino a verme y mostrarme su apoyo, los periodistas se agolpaban a la puerta pero yo no quería hablar con ellos. El médico lo dejó claro, se acabó el culturismo, mi corazón funcionaba al 25%, estaba vivo de milagro. Lloré como no había llorado desde que vi a Laura alejarse con aquel chico tanto tiempo atrás.
Fue quizás el peor momento de mi vida, toda mi realidad se había derrumbado como los castillos de arena que hacía en la playa de pequeño, volví a pensar en suicidarme, todo había acabado.
Entonces, allí postrado, hundido en mi agonía conocí a la persona que me devolvería a la vida, se llamaba Belén, era enfermera y acabó convirtiéndose en mi apoyo en esos duros momentos, hablaba con ella todas las noches, es curioso cómo a veces puedes abrir tu corazón más fácilmente a un desconocido que a la gente más cercana, le contaba todas mis inquietudes sobre el futuro que me esperaba, incluso le hablé de mis intenciones de acabar con todo y ella me animó a no hacerlo. Cuando me dieron el alta continuamos charlando, primero por teléfono y mail y luego en persona. Había estado con muchas chicas debido a mi físico y mi fama, pero nunca me enamoré verdaderamente, quizás el dolor que sentí de pequeño con Laura me imposibilitó a ello creándome una coraza, no lo se, quizás nunca encontré a la adecuada, lo que sentía ahora con Belén era nuevo, y muy profundo, ahora, con un corazón que funcionaba a un 25% estaba experimentando por primera vez el amor. Recuerdo nuestro primer beso en aquel restaurante italiano del centro, vuelvo a saborear sus dulces labios tras todos estos años y ahora, a punto de ser consumido por las llamas vuelvo a esbozar una sonrisa ante la certidumbre de que volveré a estar con ella pronto.
Yo no pude volver a hacer pesas y me sorprendió cómo mi increíble musculatura dio paso a un físico común en un tiempo asombrosamente breve, me entristecía, pero allí estaba Belén para apoyarme, "cumpliste tu sueño, fuiste el mejor, aunque ahora lo hayas perdido al menos lo tuviste, es más de lo que mucha gente logra", eso solía decirme, y consiguió convencerme de ello. Nos acabamos casando y tuvimos dos preciosos hijos, después del infierno que pasé ahora la vida me brindaba toda esta dicha.
Con el dinero que tenía ahorrado abrí un pequeño gimnasio, sonreía cada vez que un nuevo joven flacucho se apuntaba por primera vez, el circulo se había cerrado, asesoraba lo mejor posible a mis clientes y escribí un par de artículos en las revistas advirtiendo del peligro de ciertas sustancias, no es bueno obsesionarse tanto con algo, ahora lo sé.
Mis hijos crecieron sanos y fuertes, intenté darles todo mi amor, educarles lo mejor posible y hacer de ellos personas de bien, hubo discusiones, claro, sobretodo durante su adolescencia, pero creo que lo hice bien y se que me quieren, se que llorarán cuando descubran lo que ha pasado al igual que yo lloré cuando el cáncer se llevó a mi amada, así es la vida, todos nos iremos tarde o temprano dejando nuestro lugar a otros, yo me he ido tarde, ojala hubiese sido bajo otras circunstancias pero no puedo quejarme.
Ya no veo, las llamas me cercan pero no siento dolor alguno, mi mente sigue viajando.
El siguiente recuerdo es cercano, el viaje acaba, salgo del autobús y camino hacia la residencia, felicito a todos el nuevo año, si, este sitio puede ser deprimente, con sus paredes desconchadas y ese extraño olor en el ambiente, pero también aquí he conocido a gente amable como Manuel o Sergio con los que paso el tiempo viendo el fútbol en la sala de la tele o jugando a las cartas, son buena gente, Manuel esta aquí igual que yo por no dar más trabajo a su familia a la que adora, la historia de Sergio es algo más triste, nunca tuvo familia, se crió en un orfanato, tiene una ligera deficiencia mental, quizás por eso le abandonaron al nacer, el estado ha cuidado de el y su vida siempre ha estado reducida a residencias, nunca ha tenido familia, ni sueños que llegasen a realizarse, no ha viajado ni tiene historias que contar, no obstante siempre está alegre, hace que me avergüence de mí mismo cuando me deprimo, nadie ha tenido una vida más dura que la de el y no obstante nunca está triste, un gran hombre, espero que los cielos le otorguen lo que merece.
Elena me abraza cariñosamente cuando me ve y me felicita el año, Elena es una de las cuidadoras, la más amable, siempre nos trata con cariño, lo cual no es fácil cuando tratas con viejos cagones y seniles como nosotros, nos trae galletas, leche y diversas chucherías de su casa para animarnos ya que el negrero dueño de este sitio lo raciona todo como si esto fuera un campo de concentración, maldito bastardo, con la de dinero que ganará a nuestra costa, supongo que algún día pagará, el tiempo siempre pone todo en su lugar, aunque cueste verlo, sobretodo en los momentos duros, pero la realidad sigue un patrón determinado, ahora lo veo, al ser testigo de mi vida entera en un instante puedo ver claramente las conexiones, es algo de lo que sólo eres consciente al final, pero está ahí.
En la residencia también hay algunas figuras siniestras, ya he mencionado al dueño, todo un nazi, también está Elsi, otra cuidadora, una autentica bruja, siempre nos trata mal, nos insulta, nos zarandea, se que podemos llegar a ser muy pesados, algunos de nosotros tenemos alzheimer y otras enfermedades mentales, nos cagamos y hay que limpiarnos, tiramos las cosas, se que somos un incordio, como bebes gigantes y arrugados, pero no es razón para los modos de los que hace gala, seguimos siendo personas, a veces suelta perlas del tipo "malditos viejos, ¿cuando se morirán?" como si no estuviésemos ahí, algunos de nosotros aún entendemos bien las palabras y nos duele, pero bueno, ella sabrá como conducir su vida, bien es sabido que el odio sólo alimenta al odio.
Casi todos los internos me caen bien, algunos no hablan nada pero tampoco molestan, el único que me pone un poco nervioso es Isaías, siempre está en un rincón solo, mirando a su alrededor con odio, su aspecto es siniestro, con pelos de loco, huesudo y de mirada increíblemente penetrante, suele tener cerillas que enciende y mira fijamente, siempre he creído que deberían quitárselas, puede ser peligroso, pero es lo único que tiene, todos en la locura necesitamos fijar la mente en algo, supongo.
Subo a la segunda planta y entro en la habitación de Inés, es una interna que me cae especialmente bien, no se por qué ya que su conversación carece completamente de sentido, su habitación es una especie de santuario, le encantan los motivos religiosos, las paredes están llenas de vírgenes, santos y crucifijos, se respira paz allí, es difícil de explicar. Ella esta postrada en la cama, nunca se levanta, supongo que no la queda mucho, su mente ya no funciona en absoluto y, no obstante tiene unos ojos llenos de vida y debió de ser muy guapa en su juventud, una cosa que me llamó mucho la atención de ella cuando la vi es que tiene los ojos tatuados, como si los tuviese pintados con kohl,
también tiene tatuada una cruz en el brazo con las iniciales " V.M.", seguro que ha sido una persona bohemia, seguramente fuese artista o músico, ¿quién sabe? Ojalá su mente funcionara, debe estar llena de historias interesantes, sonríe al verme.
-Hola Inés, feliz año.
-Ah, si, buenos días, el pájaro de fuera me comentó lo de la reunión, una gran fiesta, todo era azul.
Beso su frente y acaricio su escaso pelo, me mira y sonríe.
-Te he traído un regalito.
Saco de mi bolsillo dos pequeñas postales que había por casa, unas fotos del Cristo de la Agonía.

" No me tienes que dar porque te quiera;
pues, aunque lo que espero no esperare,
lo mismo que te quiero, te quisiera."

Los ojos de Inés se iluminan al verlas, besa apasionadamente las fotografías. Mi relación con la iglesia no es buena, soy una persona espiritual, pero no me gusta la institución, no obstante me conmuevo profundamente al ver su alegría.
-Oh, Jesús, El Señor......gracias, yo, te recompensaré, te daré del patrimonio, el escorial es mio, ¿lo sabías? Te dejaré coger lo que quieras del patrimonio, la mascara gris que me miró lo sabe, y el lo vio, mañana lo veremos, los dos veremos.
-Bien, bien, ahora descansa Inés.
-Mañana lo veremos.
El siguiente recuerdo que me invade es de hace escasos minutos, se que el viaje llega a su fin, ya no toso, ni siquiera se si respiro.
Me levanto extrañado, me escuecen los ojos, todo está lleno de humo, intento orientarme pero no veo nada, hace mucho calor, oigo gritos abajo, salgo de la habitación, todo está lleno de humo, veo las llamas, un incendio, es un incendio, no se qué hacer, estoy asustado y confuso, me tapo la boca e intento llegar a las escaleras, bajo deprisa, los ojos llenos de lágrimas, oigo gritos abajo, gritos agónicos de hombre "¡¡me quemo, me quemo!!" Un chillido y la voz cesa, no se qué hacer, no puedo bajar por ahí, la escalera está en llamas, lo intento por otro lado, veo la puerta de la habitación de Inés al fondo, intento correr hasta ahí pero mis viejas piernas no dan mucho de sí, ¡maldita sea! Llego a su puerta, la abro, está despierta, sentada en la cama mirando la pared, no grita, las llamas empiezan a comerse sus estampitas, las vírgenes y santos se retuercen, gimen, parecen gritar mientras se transforman en ceniza. Me acerco a la cama e intento levantarla.
-Vamos Inés, vamos, tengo que sacarte de aquí.
-Ya viene, mis niños, el gato, ya no llora, hace años fue hoy.
Recuerdo mi pasado culturista y llamo a mis músculos para que den todo de sí, pero no puedo, ambos caemos al suelo, el techo se resquebraja, oigo un ruido ensordecedor, el techo se desploma sobre las piernas de Inés, yo miro asombrado como empiezan a comérsela las llamas, estoy en shock, petrificado, ella no grita.
-Me, voy, luego nos vemos, después de los años, en el mar.
El techo se desploma, ya no la veo bajo los escombros, no se qué hacer, las llamas están por todas partes, ya no hay puerta, se que no saldré de aquí, el humo es muy denso, pienso en mi familia, en lo mucho que los quiero, a todos y cada uno de ellos, pienso en el mar, en lo mucho que me arrepiento de no haber ido más, toso sin cesar, me entran arcadas, me desvanezco, estoy en el suelo, las llamas me rodean.
Vuelvo a ser pequeño, huelo la brisa, estoy sentado en la arena, riendo, el pelo alborotado, veo la ola viniendo hacia mí, río, aprieto las manos y cierro los ojos esperando la embestida, que me lleve donde quiera.

1 comentario:

  1. ¡Por mi amor y esperanza te insisto a que no repudies al héroe que hay en tu alma! ¡Permanece fiel a tu más alta esperanza!

    Zaratustra

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